Cuando comencé a escribir, primero mensajes diarios para mis compañeros en el trabajo y ahora en este blog, me preguntaba y aún lo hago, si mis palabras tienen algún efecto en quienes las leen, si mis humildes mensajes y opiniones les ayuda a encontrar alguna respuesta, si les muestra un camino, una luz, si les motiva a modificar algún comportamiento que les esté haciendo daño, o simplemente a tener otra perspectiva de la vida. No lo sé, ustedes tienen la mejor respuesta.
Los seres humanos somos como la tierra, si me permiten esa analogía, y las palabras son como semillas que se siembran en ese campo. Algunos, son campos fértiles, no requieren ningún tipo de preparación, ni agua, ni fertilizantes, reciben las palabras, las fecundan comprendiendo y comienzan a crecer a través de acciones, primero sencillas que a veces ni se ven, aún están germinando en ellos, después, esas acciones son más grandes y mejores, los demás las ven brotar, crecer y dan frutos. La tierra fértil se renueva constantemente, evita agotarse porque siempre está recibiendo nuevas semillas y se va haciendo más abundante a medida que esos frutos se comparten día a día.
Lamentablemente, esa fertilidad la hace presa de la mala yerba, las envidias, el egoísmo, la soberbia, sentimientos y acciones que también pueden crecer junto con los frutos buenos, sin embargo es tan abundante la buena cosecha que generalmente esa mala yerba apenas se nota.
En el otro extremo esta la tierra estéril, aquella donde cualquier semilla muere, donde ninguna palabra hace efecto, ni buena ni mala, está muerta por dentro. Ningún estímulo, ni agua, ni fertilizantes, ni alegrías, ni motivos, ni tristezas, ni nada logran que esa tierra cambie. Es un desierto de indolencia, apatía e indiferencia.
Entre estos dos extremos estamos todos los demás, pudiéramos llamarnos tierras de temporal, a veces estamos tan fértiles que las semillitas crecen, germinan rápidamente, comenzamos a cambiar de una manera positiva, aplicamos de inmediato los consejos y recomendaciones, estamos motivados, logramos cosas y eso nos motiva aún más. Nos motivamos permanentemente, crecemos mental, física y espiritualmente.
A veces, necesitamos más preparación, necesitamos quitar primero la mala yerba, todo lo negativo que nos invade y muchas veces están tan arraigadas sus raíces que nos impide la entrada de la buena semilla, necesitamos fertilizarla con amor, inundarla con buenos sentimientos y que se voltee el terreno para suavizarlo, sensibilizarlo al cambio positivo y arar y arar y arar, trabajar arduamente y de sol a sol para lograrlo cada día.
Otras veces pareciera que el entorno se confabula contra nosotros y es como si hubiera una sequía, no recibimos ningún mensaje o no logramos descifrarlo y aunque estemos sedientos, no percibimos que no solamente de la lluvia viene el agua, olvidamos que en el subsuelo, en nuestro interior también hay agua, olvidamos reflexionar desde lo más profundo de nosotros para encontrar las respuestas que buscamos y no permitimos que la semilla germine.
Lo peligroso es cuando nos vamos dejando vencer, cuando es la yerba mala la que comienza a tapar la buena semilla, lentamente nos abandonamos y dejamos de hacer las cosas, en el afán de matar la yerba, nos esterilizamos.
Yo no se en que tierra caen estas semillas, pero la intención es que den buenos frutos, escribo para todos, pero, y aquí me disculpo, escribo también para mí, es mi forma de remover la tierra todos los días y prepararla para recibir las semillas del aprendizaje que me da la vida, quiero ser tierra fértil, compartir los frutos y renovarnos como lo hace la tierra en cada ciclo.
Como siempre les dejo la reflexión en una frase...
"La tierra que no es labrada llevará abrojos y espinas aunque sea fértil; así es el entendimiento del hombre."
Santa Teresa de Jesús (1515-1582) Escritora mística española.
¿Cómo eres tú?
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