Antes de comenzar a charlar el día de hoy, tengo que disculparme por ponerme tan religioso, mi intención es comunicar a todas las personas que les llegue este blog, no sólo a los que profesan mi religión, la católica y que puedan compartir mis creencias, les ruego que por esta ocasión me lo permitan.
En un blog pasado hablaba del testimonio de fe que representó para mí que Dios me permitiera estar cerca de mi Padre en sus últimos días, siendo el hijo que vivía lejos y que por el trabajo y la distancia no llegara a tiempo para despedirme.
No puedo negar que estoy de su mano porque recibo muchas señales en las que parece que me quita las piedras de mi camino, me facilita tomar las decisiones y me da la confianza de que estoy en sus manos amorosas.
Poca gente sabe porque no lo comentamos, que toda la familia, mis hijos y mi esposa, estuvimos a punto de morir en un accidente automovilístico en la autopista Puebla-Veracruz un 31 de julio del 2001, una mañana lluviosa después de pasar la caseta de Fortín de las Flores entre Orizaba y Córdoba, exactamente a la altura de la entrada al Tec de Monterrey, al salir de una curva ciega, donde no se veía lo que había al salir de ella, nos encontramos ante una carambola, un choque múltiple, que acababa de ocurrir, repentinamente una persona me cierra el paso , tapando con su cuerpo agitando las manos el único lugar por donde podía pasar, freno y derrapo incrustando el auto bajo un camión de carga.
Los detalles los recuerdo con la claridad tal y como si hubiera sido ayer, recuerdo cada detalle como si pasara en cámara lenta, ayer hablaba de la adrenalina que dilata las pupilas y hace que todo se vea así. El auto quedo completamente destruido y nosotros salimos ilesos, la cabina quedo intacta como si dos manos gigantes hubieran formado un hueco lo suficientemente amplio para resguardarnos.
Las personas que llegan a curiosear el accidente y veían los restos de mi carro decían sin saber que los escuchaba, que seguramente todos los ocupantes habían muerto, por obra de Dios no fue así, cada 31 de julio cumplimos años nuevamente.
En muchas de las decisiones trascendentes de mi vida he recibido señales que indican la decisión que debo tomar y hasta ahora no me he equivocado.
Hoy particularmente me sucedió algo que aún no puedo compartir, seguramente lo haré más adelante, pero que me demuestra como actúa de maneras misteriosas, como va relacionando seres humanos y cruzando sus destinos de tal manera que algo que hiciste en el pasado y que lo hiciste con buena intención, tiene su recompensa con el efecto del búmerang, y te hace exclamar: "este mundo es un pañuelo".
Solo me queda seguir siendo agradecido por sus bendiciones y dones que derrama abundantemente sobre mí y mi familia, estoy plenamente convencido de que estoy en sus manos y no me deja.
Me quedaría incompleto sin mi pequeña y humilde sugerencia, acércate a Dios, confía en él y actúa, en la medida de tus limitaciones humanas, imitando a su hijo para que te identifiquen que eres su discípulo. No hay tribulación que Dios no alivie.
Les dejo la reflexión de hoy...
"La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre."
San Agustín (354-430) Obispo y filósofo.
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