No a todos les gusta cocinar, para mí es una de las actividades que disfruto mucho, tal vez porque me gusta la buena comida y comer es uno de los placeres que abona a mi cuenta personal de momentos felices.
Recuerdo que cuando era niño, mi papá acostumbraba a darme a probar comidas nuevas, nuevos sabores, nuevas combinaciones, nuevos aromas, aunque lo que me ofrecía no tuviera buena vista, me decía: "nada más pruébalo, si no te gusta escúpelo", siempre me gustó, en lo que alcanzan mis recuerdos, no recuerdo una que no me haya gustado.
Algo similar pasaba cuando mi mamá cocinaba un platilllo nuevo o con algún ingrediente raro, también decía: "sólo pruébalo, si no te gusta lo dejas", tampoco recuerdo haber dejado un plato porque no me hubiera gustado. Hoy repito esa técnica con mis hijos, a veces de broma digo que he creado unos monstruos de paladar caro.
Como mi papá cocinaba, para mí no fue raro aprender a cocinar, a pesar de que vivimos en una sociedad machista y la cocina es una actividad atribuida generalmente a las mujeres, no es que yo lo piense, es lo que sucede generalmente. Cuando mi papá cocinaba, yo lo observaba, mucho de lo que sé lo sé por imitación, pero también me explicaba la razón del orden de los ingredientes, que si son más duros de cocer, que si aromatizan el aceite, que si se doran más rápidamente o si se doran amargan, recomendaciones que hoy repito de manera intuitiva.
Hay una etapa en mi adolescencia, cuando estudiaba la secundaria en turno vespertino, en la que me volví cocinero de los primeros tiempos, como mi madre salía a vender sus productos de catálogo, llegaba justo y casi siempre a la hora cercana en que me tenía que ir a la escuela, así que yo adelantaba prerando la sopa, generlamente de pasta, en todas sus figuras desde fideo hasta letras, pasando por estrella, codito, munición o arroz, en sus versiones rojo y blanco, me volví experto en primer tiempo.
En mi tormentoso pasado fuí taquero, primero de mi propio negocio y después, cuando lo cerré, ayudando a un amigo, la taquería daba a espaldas de una casa que era habitada por un grupo de estudiantes chiapanecas entre las cuales encontraría a la mujer que se convertiría en el amor y mi compañera de esta travesía que llamamos vida. Está mal que lo diga, pero quienes probaron mis tacos saben que eran más sabrosos que los más reconocidos, siempre ha marcado diferencias un buen sazón.
Me gusta ver los programas de cocina en la televisión, algunos de los platillos que hago tienen consejos robados de los chefs que conducen los programas, soy muy visual, así que ver los platillos presentados hacen que mi mente imagine los sabores y las texturas, es común que mis gládulas salivales comiencen a producir saliva cuando las personas en la pantalla dan una mordida o prueban el platillo elaborado, casi puedo sentirlo.
Con la cocina me pasa un poco como con este blog, cocino primero para mí, pero me gusta compartirlo con los demás, me gusta preparar los instrumentos de cocina, las ollas, sartenes o cacerolas que voy a usar, separar los ingredientes, picar o moler lo necesario, sazonar, freír, me encantan los olores que se levantan, los ayudo con mi mano a llegar a mi nariz, agregar condimentos, es un momento importante, la cantidad exacta, probar y aprobar, dar el tiempo exacto de cocción y, por último, servir. Confieso que en éste último proceso debo trabajar más en la presentación para imitar a los grandes chefs, pero no hay nada como escuchar un "MMMM" de aprobación de los comensales.
Compartir los momentos felices que da una buena comida, obtener una retroalimentación positiva, al igual que sucede con lo que escribes, te da también esa sensación de bienestar que llamamos felicidad, como muchas de las frases aprendidas o robadas y apropiadas hay una que me gusta mucho que dice "No es tan importante lo que está sobre la mesa, como lo que está alrededor de ella", así que la comida preparada por tí o comprada o servida en un restaurant, sea el pretexto para fortalecer tus relaciones positivas, un buen bocado aportará las emociones.
Como siempre te dejo la frase de reflexión...
"No hay amor más sincero que el amor a la comida."
George Bernard Shaw (1856-1950) Escritor irlandés.
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