lunes, 2 de diciembre de 2013

Amigos de la infancia

Ya he mencionado de manera muy breve lo que fué para mi el tener un compañero de juegos disponible durante todo el tiempo y durante toda mi infancia, esa circunstancia lo hizo mi mejor amigo: mi hermano Gerardo o dicho cariñosamente Yayo.

Por esto, hoy quiero hablar un poco más de esta etapa de mi vida que fue muy feliz, desde que tengo memoria, durante mi niñez siempre estuve acompañado por mi hermano, soy mayor que él por  poco menos de dos años, eso hizo que el privilegio de ser el más chico de la casa me durara muy poco y que asumiera las responsabilidades del hemano mayor muy pronto.

Siempre nos llevamos bien, cuando éramos niños, Gerardo tenía un carácter especial, se enojaba con cierta facilidad y sus enojos me daban risa, a veces eran verdaderos ataques de risa que lo molestaban más, porque pensaba que eran burlas, la realidad era que simplemente no podía parar de reir, mientras más me reía, más se enojaba,  afortunadamente, esos enojos desaparecían rápidamente.

De los mejores momentos que pásabamos era durante las vacaciones, desde que despertábamos estábamos jugando, teníamos un bote con juguetes o pedazos de juguetes, Mamá siempre guardaba las piezas sueltas pensando que la parte complementaria estaba en algún lado y aparecería, con suerte sucedía, pero lo más seguro es que el juguete estaba roto. La búsqueda en el fondo del bote, siempre nos traía sorpresas o una idea para jugar a algo.

Un juego que hacìamos con frecuencia era formar soldados de plástico, cada quién en un extremo del pasillo del edificio de departamentos donde vivíamos, entonces lanzábamos canicas con la intención de derribarlos, el que se quedaba sin soldados de pie, perdía el juego.

Ya les he platicado que el fútbol era uno de nuestros juegos preferidos, el problema era cuando se volaba el balón al edificio contiguo, el velador, Don Raymundo, tenía su vivienda en la azotea y si veía la pelota seguramente sería confiscada. Nos pasabamos parte del tiempo esquivando a Don Raymundo.

Teníamos una palomilla de vecinos con la que pásabamos los días de vacaciones jugando beisbol o fútbol pero con la diversión que implicaba hacerlo con más participantes, en el grupo estaban Pepe y Alfredo del edificio, Toño el de las donas, Jorge Gasca de la tintorería, eventualmente Adrián el de los "caldos Pánfilo" y cuando llegaban de vacaciones a casa de sus abuelos Manolo y su hermano, creo que se llama Enrique, entonces ahí si que la pásabamos bien.

A veces jugábamos a escondidas, llamábamos el juego "bote pateado" porque aventábamos o pateábamos un bote y corríamos a escondernos, a quién le tocaba recoger el bote, tenía que encontrarnos e irnos "capturando" a cada participante y cuidando el bote, ya que había posibilidad de que podían ser rescatados si alguien llegaba sorpresivamente a tocar el bote y gritar "1,2,3, por todos mis amigos", entonces tenía que volver a empezar.

Teníamos a veces impulsos exploradores, íbamos a un lote baldío que estaba a la vuelta de la cuadra donde vivìamos, nos brincábamos la barda o nos pasábamos por la casa de Toño, el que vendía donas, meternos a esa selva era una aventura, con la mezcla de adrenalina que daba la posibilidad de encontrar alguna alimaña. Esos impulsos nos llevaban hasta un "jagüey" a unas cuatro calles del edificio, el "jagüey" era un lugar hondo que tenía como objetivo acumular agua durante la época de lluvias, pero durante el estiaje era como un campo de futbol en donde acostumbrábamos jugar.

El jagüey estaba rodeado de árboles, en una ocasión trepando por uno de ellos, perdí pisada y caí torciendome el tobillo, yo estaba gordito y Gerardo, que siempre ha sido delgado me ayudo como pudo, me dejo dolorido, sentado al pie del árbol mientras un muchacho que vía en un tejabán ahí cerca, corto una penca de maguey, la calento en una brasa y me la puso en el pie como remedio para bajar la hinchazón, durante ese proceso, Gerardo fue a avisar del accidente, regresando poco después con mi Mamá y con Rosy, esposa de mi hermano mayor quienes me llevaron cargado a la casa. Buen remedio ese del maguey asado, gracias a él la inflamación no fue mayor.

Esto es apenas una pequeña muestra de las aventuras que vivìamos, hay tanto que conversar que merece que continue mañana...

Mientras les dejo mi reflexión en una frase:

"Amigos son hermanos que viven en otras casas, porque ninguna madre los aguantaría juntos"
-Anónimo

 Yo tenía a mi amigo viviendo en la misma casa...

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