¿A quién le gusta ir al dentista?, creo que a nadie, la visita la dentista, por muy sencilla que sea, abre la posibilidad de sentir dolor, esa posibilidad hace que rehuyamos el momento, sin embargo tarde que temprano, el destino nos alcanza y no hay mas remedio que acudir a la cita.
Los dentistas y el servicio que prestan son lo que llaman en mercadotecnia "productos no deseados", como lo pueden ser los seguros o los servicios funerarios, nadie anda por ahí diciendo: "Voy a comprar el más reciente seguro de vida está espectacular" o "creo que ese ataúd se verá bien en rojo intenso", al médico y al dentista vamos sólo cuando lo necesitamos.
Nos olvidamos de la parte preventiva del cuidado de la salud, es raro que alguien programa un chequeo médico general y por lo general, las visitas preventivas al dentista las hacemos porque el propio dentista nos lleva la cuenta de la última vez que acudimos a una limpieza, si no fuera así, dejaríamos pasar varios años y regresaríamos solamente porque el dolor de muelas no nos deja comer o dormir.
Algo que siempre me llama la atención es porque hacer y programar una cita, si de cualquier manera llegas y tienes que esperar que termine de atender a las personas que llegaron antes que tú, siempre queda la duda si son visitas programadas o llegaron para una emergencia, ocuparon tu espacio y como una consulta es al fin y al cabo dinero, acumulan gente en la sala de espera, no vaya a ser que después vengan las vacas flacas.
El ritual comienza recostándote en el sillón y una charla para hacer el trance más ameno, afortunadamente nunca he sido temeroso, pero hay quien desde que se sienta en el sillón no puede contener los nervios, el ver ese pequeño taladro y escuchar el ruido del motor provoca pánico en muchas personas, una simple limpieza provoca que tenses los músculos, sientas el aíre y el agua fría pasar entre tus dientes y de repente un resbalón hacia arriba y un toque eléctrico, solamente alcanzas a decir: "aghh", la doctora dice con un tonito de voz que quiere ser chistoso: "perdón, es que tenía que quitar todo", mientras piensas en reclamarle a toda su parentela.
Como todos los servicios, no podemos ocultar que es un negocio, es una forma de vivir del dentista, tu boca se convierte en 32 oportunidades de negocio, cada pieza dental abre una posibilidad enorme de ganar dinero, el dentista lo sabe y tú lo sabes, claro que te interesa tu salud, solamente que hace dudar todas las "anomalías" que encuentran y que deben ser corregidas "antes de que sea demasiado tarde".
No se diga si es que te llegan a salir los dientes chuecos o son demasiado grandes para tu pequeña boca de "Cenicienta", habrá que hacer un largo y por lo general, costoso tratamiento de ortodoncia, aquí es obvia la necesidad de corrección, no sólo por estética, sino también por salud, una mordida cruzada puede alterar la masticación y ser causa de otros males, corres el riesgo de no reír, con la tremenda afectación a tus niveles de felicidad.
No debemos olvidar que para el dentista es su negocio, es su forma de vida, lo que debemos tener en cuenta es que nuestro doctor debe tener la sensibilidad necesaria para convencernos del tratamiento, la honestidad para admitir cuando no es urgente y ética de cobrar lo justo, un dentista, un doctor que ve primero por el paciente antes que por el dinero, seguramente garantizará la permanencia de sus pacientes y su recomendación, lo que a la larga también traerá el dinero.
Por ahora, espero verlo hasta dentro de seis meses, así que les dejo la frase de hoy para la reflexión...
"Es verdad que optamos por la risa en casi todas las situaciones, con excepción de una que otra visita al dentista."
Joseph Heller (1923-1999) Escritor norteamericano.
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