Mis amigos, hoy voy a platicar un poco de mi Padre, era un hombre muy inteligente, con un muy buen sentido del humor, algo hubo en alguna encrucijada de su vida que impidió que tuviera el éxito que sus habilidades y potencial le tenían preparado.
De las cosas que caracterizaban a mi padre es que tenía la memoria para recordar el cumpleaños o el santo de las personas que le importaban y que quería; y se preocupaba por tener el detalle de felicitarlo muy temprano y los mas afortunados eramos llevados a un desayuno especial en el que podíamos pedir lo que quisiéramos, solo por ser el festejado, ¡vaya manera de hacerte sentir especial!.
Tenía también la paciencia para enseñar cosas graciosas a los bebés, se las repetía hasta que las aprendían, mis sobrinos y mis hijos las aprendieron también, me parece ver aún su cara de satisfacción por la exitosa presentación de su alumno en turno.
Era muy ocurrente, tenía ese toque oportuno para hacer reír aunque fuera por la cosa más simple y sin sentido, me parece que mis hermanos y yo mismo hemos heredado esa rara e inútil habilidad, en las comidas familiares, una anécdota se convierte en una continúa secuencia de anécdotas divertidas que se aumentan con una nueva ocurrencia hasta que todos terminamos muertos de risa.
Recuerdo un cuento que le encantaba contar a los niños comenzaba diciendo "había una vez un niño al que le gustaba rascarse el ombligo..." y le decía a su atento espectador con tono severo: "no debes rascarte el ombligo o te pasará lo mismo que este niño", para seguir con su historia, "un día estaba este niño muy entretenido rascándose el ombligo, cuando de repente, entre la pelusita encontró un tornillito, le comenzó a dar vueltas, primero una y no pasó nada, luego otra y otra; poco a poco el tornillito fue saliendo hasta que lo sacó por completo y de repente PUM, que se le caen las nachas". Y así como esta historia había otras.
Mi padre no era del tipo que jugaba con sus hijos, o del que daba consejos, me atrevería a decir que tampoco era del tipo que educaba con ejemplos, pero algo que lo caracterizo es que nos quiso mucho, conforme fuimos invirtiendo los papeles y comenzamos a ser mis hermanos y yo los que nos empezamos a ocupar de él, fue más expresivo en las demostraciones de su afecto, conversamos más y lo quise más.
Suelo comentar como prueba de fé que, al estar viviendo lejos, pedía en mis oraciones llegar a tiempo para despedirme cuando llegara el momento, Dios permitió que esa semana hubiera una junta de trabajo en México que me dio la oportunidad de estar en Puebla el día anterior al de su partida, conversar una vez más con él y despedirme.
Estoy seguro que está en un lugar mejor que el que vivimos y desde ahí me manda sus bendiciones como solía hacerlo al despedirnos...
Como siempre, les dejo la frase para la reflexión.
Por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre.
Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) Escritor español.
Mis queridos amigos, si les gusta lo que leen compartan sus opiniones, y si no les gusta, pues también.
Cuéntennos ¿Que es lo que más recuerdan de su Padre?
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