Nunca he sido delgado, ni de jovencito, la menor talla de cintura que use en mi ropa fue 31, tampoco soy alto, de hecho ahora soy mas ancho que alto porque uso pantalones 36 x 30, salvo una etapa de mi vida en que fui al gimnasio con regularidad, nunca he sido musculoso, aún en esos años no tuve mi abdomen marcado, sin embargo, debo admitir que después de tantos años por fin lo he logrado, ya tengo el abdomen marcado pero por el resorte de los calzones.
Yo creo que tiene algo que ver con la genética. Sí, efectivamente, la mayor herencia que me dejó mi padre fue la tendencia a engordar, hubieran ayudado más unos terrenitos, pero fue su figura la que recibí abundantemente, aunque no me ha sido entregada de un solo golpe, tomó la precaución de que no la despilfarrara, así que me la ha ido entregando por partes, voy recibiendo cierta cantidad cada año, lo veo claramente en el espejo.
Pero no sólo mi padre a contribuido, he incrementado con mi esfuerzo personal, dedicación y constancia esa herencia, y eso tiene una explicación: me encanta la comida, especialmente los postres. Me he apropiado de una frase que le escuche en un curso a un instructor en la que decía que para él la comida era "un largo y tortuoso camino hacia el postre". ¿quién dijo que se debe empezar por la sopa?, ¿ricitos de oro?.
El problema de ser tan convencionales es que seguimos el esquema sin cuestionarnos y no nos decidimos empezar por el postre, de hecho hasta el diccionario nos dice que debe ir al final:
postre.
¿Se han fijado en los niños?, especialmente los más pequeños, siempre quieren empezar por el postre y nosotros los adultos ¿que hacemos?, los reprimimos y les decimos si no te comes la sopa no hay postre.
Han visto la película de Rattatouille, cuando Ego le pide a Linguini que lo sorprenda y Remy prepara el platillo con el mismo nombre de la película el Ratatouille es "una receta provenzal muy popular en Francia. Es un plato que se puede elaborar con todo tipo de hortalizas". Cuando Ego da el primer bocado hay una especie de túnel del tiempo que lo remonta a su infancia, eso es exactamente lo que a mi me pasa.
La memoria de mi paladar es mejor que la mía, mi olfato casi se le acerca, pero mi paladar tiene la llave que me transporta en el tiempo a los momentos más felices que recuerdo, mi infancia. Cuando pruebo una natilla como la preparaban en casa de mi abuelo, regreso en el tiempo y me veo entrando furtivamente a la habitación de la casa que llamaba "su despacho", en esa habitación había un escritorio enorme de madera, sillones de cuero, libros, todos esos objetos despedían olores característicos que recuerdo, encima del escritorio ponían a enfriar las natillas, me veo metiendo el dedo para probar, antes que todos, ese delicioso postre casero típico de las familias poblanas.
Y eso me pasa con el bacalao, que me transporta a la época navideña de inmediato, "huele a navidad" es el comentario cuando en la cocina se comienzan a extender los olores exuberantes que atrapan mis sentidos, o por lo menos 2 de ellos. Me pasa con los Chiles en Nogada, con las albóndigas, con la ensalada de papas y orégano, con el olor del aceite de oliva. Pero, me pasa especialmente con el pay de piña, cuando lo como, me transporta inmediatamente a mi desayuno de cumpleaños en Samborn's cuando tenía 6 u 8 años, con mi Papá dándome mi primer regalo del día, en ocasiones fue el único, el regalo de sentirme consentido y festejado, de sentirme especial.
No tengo remedio, de las cosas que más disfruto en la vida, es una buena comida, alguno de mis programas favoritos pasan por el Gourmet channel, tengo que cuidar no caer en los excesos, pero seguiré disfrutando de uno de mis pasatiempos favoritos. Y hay algo que siempre tengo presente, siempre será más importante lo que está alrededor de la mesa que lo que está sobre ella.
Les dejo mi reflexión del día, por cierto, muy usada por mi madre ...
"El comer y el rascar, todo es empezar"
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